Qué me llevo de la cuarentena

Algunos dicen que estamos presos en casa. Otros dicen que estamos a salvo en casa. Más allá de las diferencias de opiniones, la verdad es que hace más de un mes que estamos mucho tiempo en casa y que nuestras salidas, si es que las hay, son cortas y hacia los comercios de las cuadras cercanas a nuestras viviendas.

Me acuerdo que en el lejano mes de marzo pasado, llené el tanque del auto. ¡Nunca un tanque de nafta me duró tanto tiempo! El pobre Peugeot, guardado en el subsuelo, solo se expuso a la luz del sol dos veces en esos tantos días de aislamiento social. Fue cuando la necesidad de comprar productos más pesados como botellas de agua y de vino calzó de forma sincronizada con un mail de descuentos de mi supermercado favorito y cercano. 

El año 2020 ya tiene, seguramente, el record mundial de horas pasadas adentro de casa. No creo que haya pasado tanto tiempo adentro de casa como en este año. ¡Y todavía no llegamos a la mitad del año! ¡Y todavía no llegamos al final de la pandemia! Sí, claramente la segunda exclamación es más fuerte que la primera. ¡Y ni hablar del record de lavados de manos!

Pero, bueno. Todo ese tiempo en casa, toda esa nueva dinámica en la vida de uno tiene consecuencias. No me voy a enfocar en las malas como las ganas de patear las paredes o la puerta, ni que la heladera es una maleducada que no contesta cuando le hablo. Hablemos de lo que hemos aprendido, observado en nuestro comportamiento, confirmado por alguna razón. 

Una primera constatación es que la televisión abierta ya no es necesaria. Creo que la mayoría de las personas puede vivir sin ella. Puede ser que muchas personas, junto con el record de horas pasadas en casa, también rompieron el record de horas pasadas delante de la tele. No es mi caso, pero creo que es el de muchos. En la misma linea, creo que quedó absolutamente confirmado que una buena y veloz conexión doméstica a la internet es un genero de primera necesidad. Con ella se puede ver series y películas en el momento que uno quiera. ¡No se puede vivir sin eso! 

También en esa misma linea, muchos se dieron cuenta por primera vez y otros solo confirmaron sus conceptos de que el comercio on line es una tendencia irreversible. Muchas personas hicieron sus primeras compras de supermercados u otros rubros por la red y se encantaron con el resultado. De mi parte, tuve que comprar cartuchos para la impresora, acrílicos para mi hobby, un micrófono para mis grabaciones de cursos y algunas cosillas más. Conozco gente que se compró muchos libros en formato Kindle o similar, porque tenía tiempo de leerlos como también muchos se bajaron películas en YouTube además de las horas que pasaron mirando el contenido de Netflix. 

Hablemos del cuerpo. De forma muy disciplinada, vengo manteniendo la rutina de ejercitarme cada día por medio. Claro que ayuda que, antes de que el invisible gusano hubiera llegado de China, yo ya tenía en casa una colchoneta, una banda elástica y una banda de tela de gimnasia. También ya tenía la costumbre de ir al gimnasio dos veces por semana para clases de Pilates. Bueno, lo que me queda de la pandemia es que por ahí no necesito del gimnasio. Por ahí no necesito, después que se levante el aislamiento, de trasladarme al gimnasio y abonar una cuota para hacer lo que puedo hacer por mis propios medios. Pude comprobar que puedo mantener la disciplina y la dedicación de mantener a mi cuerpo con frecuencia y regularidad. 

Otra lección que nos deja la pandemia es el Zoom. O, dicho de forma más general, las reuniones no personales. Me di cuenta que es más fácil hablar con una persona de forma no presencial y con un límite de tiempo de 40 minutos que intentar agendar una visita. También me di cuenta que es más fácil y ágil mantener el contacto con tus amigos y parientes a través de una reunión regular no presencial que de otra forma. Muchas personas, y yo me incluyo, van a seguir con reuniones rápidas on line después que se levante el aislamiento social. 

En la misma linea del Zoom, es importante hablar también de la educación. Muchos estudiantes de los distintos niveles desde la escuela a las universidades probaron por primera vez las clases on line porque no se les estaba permitido trasladarse a los establecimientos de enseñanza. Y, en la mayoría de los casos, la experiencia fue muy positiva. Uno puede desarrollarse a su ritmo y con menos presión del grupo o del docente. La educación a distancia llegó para quedarse. Me arriesgo a decir que va a ser, en un futuro no lejano, una parte importante del proceso de aprendizaje, complementado por encuentros presenciales con docentes y colegas. Otra predicción a la que me arriesgo mencionar es que, como la educación a distancia permite y habilita el ritmo individual de aprendizaje, es posible que la estructura de años y series que tenemos hoy esté obsoleta en el futuro. Es decir, podemos ver en una misma comisión jóvenes estudiantes de once, trece y quince años, por ejemplo, porque algunos se desarrollaron más rápido que otros. 

Lo que se dice de la educación también se aplica a la capacitación empresaria. Las clases, sincronas o asíncronas, de cursos para empresas se van a pasar al mundo digital. Los instructores vamos a cobrar menos por cada curso porque no serán cursos presenciales y, por otro lado, vamos a poder dictar el mismo curso en más empresas ya que no se va a requerir la presencia. Es una buena solución principalmente para los tiempos de pos-pandemia cuando los presupuestos de capacitación van a estar muy reducidos.      

También está la cocina. Claro que debe haber mucha gente que no se aguanta más de ganas de ir a comer en un restaurant. ¡Extraño el olor de la parrilla que está a una cuadra de mi casa! Pero, también hay muchos que se dieron cuenta de que se puede hacer cosas ricas en casa. Hay muchas recetas con buenos videos ilustrativos en YouTube que ayudan a transformar una persona normal en un chef de Cordón Bleu. Siempre digo que cocinar es un acto de amor porque uno se entrega cuando está preparando una comida y tiene una enorme satisfacción cuando su producto logra sacar elogios de sus comensales. Ese placer, exactamente ese placer, muchos descubrieron durante la cuarentena. De mi parte, ya lo conocía antes del aislamiento pero les confeso que pude practicar y mejorar los conocimientos durante estos tiempos. 

Además, nos dimos cuenta que hay cosas que no se pueden reemplazar. Soy golfista de fin de semana y extraño caminar en cancha y jugar con los amigos. No que sea un gran jugador pero me gusta el deporte. Y no hay como reemplazar ese placer. En un momento de la cuarentena pensé en practicar mi swing pero no tardó mucho para darme cuenta que podría romper el techo del living o, peor aun, romper uno de mis palos. Así que la bolsa me espera cerca de la puerta rezando para que el aislamiento se levante pronto. 

Tampoco se puede reemplazar la peluquería. No es que el pelo me toca los hombros mientras escribo esta nota pero ya tiene un largo que es mucho más de lo que suele tener. No me animo a probar la maquinita de corte, aunque ya miré videos instructivos de cómo hacerlo. 

Por fin, de esta pandemia todavía no me llevo anticuerpos. Sí, me quedo con la duda de que si es bueno o malo que no tenga los anticuerpos. Por el aislamiento, no me expuse al virus, lo que parece bueno pero, como soy optimista, creo que hubiera derrotado el gusano rápidamente y estaría ya inmunizado para salir a calle y estaría listo para ir a jugar al golf.  

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