Cinco Meses Sin Golf

Soy golfista de fin de semana. Lastima que no soy un gran jugador pero me gusta mucho jugar. Y esa pasión se quedó interrumpida por la cuarentena eterna decretada cuando había solo quinientos dieciocho contagiados en el país. ¿No hubiera sido más eficiente rastrear esos poco más de quinientos que encerrar a cuarenta y cinco millones por tanto tiempo? 

¡Pará! Esta es una nota de golf, no de política o de salud pública. 

Acabo de pasar cinco meses sin jugar, sin practicar y casi el mismo tiempo sin pisar el pasto. Les confeso que, por nostalgia, en algunos pocos días durante la cuarentena agarré un palo corto y probé el grip. Ni pensar de probar un swing porque no tengo el espacio en el departamento. Hasta intenté hacer swing con palo en el balcón pero pronto de di cuenta que el resultado sería una de dos posibilidades: destrozaría el techo del balcón o, peor, destrozaría mi palo. Así que ¡no! El único contacto con el golf durante todo ese tiempo fueron unas cortas y efímeras practicas de putting en la alfombra de mi dormitorio. Bueno, y algunos videos instructivos también pero esos no los tengo en cuenta porque no movía mi cuerpo mientras los miraba.  

Pero, finalmente, ¡llegó el día! 

Con la liberación de los deportes individuales en la ciudad de Buenos Aires este 17 de agosto de 2020, me anoté para ir al driving range a practicar. Saqué el turno para el primer horario disponible, a las 8 de la mañana, llamé por teléfono, entré en la pagina, me bajé una aplicación, es decir, cumplí con todos los pasos que nunca fueron necesarios para ir a tirar unas pelotas desde una gatera. Increíble, ¿no? ¿Cómo puede ser que la complicamos tanto? 

Quince minutos antes de mi turno ya estaba casi llegando al driving cuando me doy cuenta que había varios jugadores más ansiosos que yo y, por lo tanto, ya había una larga fila de autos para entrar en el estacionamiento que todavía estaba cerrado. ¿Cerrado? ¿No entienden esos empleados que hay una demanda reprimida, y muy reprimida, que quiere ir a practicar? ¿Por qué no llegaron más temprano? 

Cuando finalmente logré entrar y estacionar el Peugeot, cambiarme los zapatos y bajar el bolso de palos del baúl, me tuve que poner en otra fila, ahora para pagar y recibir el canasto de pelotas. Bueno, para hacerla corta, logré llegar a la gatera, que no era la misma de la reserva, eso de las casi ocho y veinte. ¿La puntualidad? No, ¡ni hablar!

Soy de aquellas personas en las que el golf despierta una enorme fascinación desde lo físico y desde lo mental. Por eso busco concentrarme en mi swing cada vez que voy a practicar. Empecé con un palo corto, un Pitch, y con un backswing corto también para entrar en juego. Les confieso que los primeros resultados me llevaron pronto a cuestionarme si ese era el mejor día para volver al golf. A mí, los malos swings despiertan un proceso mental de atención a las emociones y las técnicas antes y durante cada golpe. 

Desde abajo hacia arriba, pensé primero en mis pies. ¿Estaban separados por una distancia similar a mi ancho de hombros? ¿Sentía el peso más en los nudillos que en los talones? Para sofisticar un poco más, me ocupé de pararme en el stance sintiendo más peso en la parte de adentro del pié derecho para poder volver más fácil del backswing. 

La cosa empezó a mejorar un poco. 

Cuidé entonces de las rodillas para no tener tensión en esa parte del cuerpo y de tener la flexión adecuada. Luego pasé a la cadera. Tenía que estar relajada la zona de la cadera sintiendo la flexión a la altura de las cabezas de los fémur. La espalda, que tanto sufrimiento me ha brindado a lo largo de la vida por las hernias de disco que tuve, debería estar recta para permitirme girar. La verdad que no puedo girar si mi espada está curvada hacia adelante.  

Bueno, las pelotas empezaron a volar. No exactamente en la dirección que yo quería pero empezaron a alzar vuelo, lo que no es poco.

Pasé a los brazos y el grip. Soy un fanático del brazo izquierdo estirado durante todo el swing. Por eso, el brazo derecho tiene que estar relajado para acompañar. Eso no se logra si el grip de la mano derecha está muy apretado. ¿Cómo están los dedos de la mano de derecha? Sí, con un agarre suave en el palo. ¿Y los dedos de la mano izquierda? Ellos llevan el palo con un agarre firme pero sin tensión. Es difícil de explicar pero los golfistas seguro que conocen esa sensación. Me concentré entonces en pasar los hombros y llegar al límite del backswing antes de descargar.  

¡Uau! Lindo vuelo con larga distancia y buena dirección. 

¿Listo? ¡No! Hay que poder repetir ese tiro maravilloso.

El intento de repetición, bueno, fue solo un intento. Tuve que empezar de vuelta desde los pies pero no quiero aburrirlos con todo de nuevo. Agregué la atención a la transferencia de peso. Para un lado y para el otro. En el backswing se siente el peso en el pie derecho y, luego, se termina con el peso en el pie izquierdo. Las manos sienten el palo todo el tiempo. Los ojos miran a la pelota para mantener la cabeza en la posición durante todo el barrido. ¡Casi me olvido que, antes de empezar el golpe, hay que respirar y sacar el aire que está abajo del estómago!

¡Listo! ¡Ahora sí! ¡Un lindo tiro! Con larga distancia y muy buena dirección. 

Ahora puedo repetir los buenos golpes con todas las pelotas que me quedan en el canasto de cien. Hago de cuenta de restar y veo que recuperar mi swing me costó noventa y seis pelotas. Bueno, por lo menos tengo cuatro pelotas para practicar bien.  

Un Día en el Futuro

Hace poco tiempo, dicté un curso sobre las Oportunidades de Negocios de la Revolución Industrial 4.0 y también presenté algunas charlas cortas sobre el mismo tema. Como todo fue de forma presencial, claro que el curso y las charlas fueron antes de la cuarentena, así que es muy posible que hace más tiempo de lo que puedo darme cuenta. 

Lo que importa para esta nota es que estuve revisando el material que desarrollé para el curso y las charlas, todo muy centrado en las nuevas tecnologías que están moldeando nuestras vidas ya, hoy, y van a seguir profundizando sus influencias en nuestro comportamiento, nuestros negocios, nuestras relaciones humanas y hasta en la forma como uno piensa y resuelve problemas. 

Dediqué muchas horas a la revisión y actualización del contenido que desarrollé, visualizando en mi cabeza los cambios que se vienen. Me fui a dormir pensando en lo interesante que es el tema, en cuántas personas están hoy, en todo el mundo, estudiando e implementando cosas con Inteligencia Artificial, Impresión 3D, Realidad Aumentada, Blockchain, Vehículos Autónomos e Internet de las Cosas. 

Me desperté cuando sonó el despertador. Había algo raro porque siempre uso mi iPhone como despertador que toca una música suave para ayudarme a empezar el día. Bueno, ¡no! De esta vez el despertador sonó con otro tono y, ni bien me desperté, me habló para desearme un buen día y me dio un reporte de cuantas horas me había dormido, cómo estaba el tiempo afuera y cuál era la temperatura prevista para el día. Me estaba por ponerme las chinelas cuando, automaticamente, los vidrios de la ventana fueran gradativamente incrementando su transparencia para dejarme ver un lindo amanecer y, la la vez, dándome tiempo para que mis ojos se pudieran acostumbrar con la luz de afuera. 

Como me encanta el desayuno, empecé a dar mis pasos hacia la cocina. Me di cuenta que el piso de la casa estaba cambiado. Era más claro y completamente limpio. Pude ver en un rincón de la pieza que una pequeña aspiradora robot estaba por completar su trabajo en un silencio casi absoluto. Cuando llegué a la mesa, que ya estaba puesta de forma impecable, me di cuenta que la maquina de frutas ya había pelado el kiwi que me tocaba comer, de acuerdo a mi dieta programada. La máquina de café ya me invitaba con un rico aroma que se mezclaba al aroma de la tostada y de los huevos revueltos que salían automáticamente de la cocina. 

Mi asistente me contaba las principales noticias del día y proyectaba las imágenes de las mismas en una pantalla bien disimulada en la pared del comedor. Vale aclarar que mi asistente no era una persona sino un pequeño cilindro sobre la mesa que podía escuchar hasta mi respiración y medir mi presión arterial mientras me contaba lo que pasaba en el mundo y también en las colonias de la luna. Cuando terminó su relato, le pedí un poco de silencio para poder digerir no solamente el rico desayuno sino toda la situación, inesperada para mí, de estar sumergido en un mundo tan tecnológico. Ella prontamente atendió a mi pedido y, lo que era una pantalla de televisión, volvió a ser una pared con un cuadro de arte moderno. 

¡Lástima que el silencio duró poco! Mi pensamiento se interrumpió por un súbito dolor en una muela. Claro que mi asistente, con su inteligencia artificial desarrollada con tecnología Deep Learning, analizó en fracciones de segundo la imagen de mi movimiento de cuerpo y de mano y concluyó que yo necesitaba un tratamiento de conducto y una corona nueva. Lo increíble es que no me lo dijo de esa forma. Me dijo directamente que me había acabado de agendar una cita con el odontólogo y que yo tenía que estar en su consultorio en cuarenta minutos. Ni me animé a preguntarle sobre la cuarentena porque estaba seguro que ya se había terminado. Por ahí se había terminado justo en el día anterior, por suerte. 

El doctor se puso las antiparras de realidad aumentada y, sin moverse de su escritorio, comandó los aparatos de la silla odontológica para sacarme un molde de mi muela enferma. En menos de un segundo sentí un pequeño pinchazo en la encía y ya no sentía nada en la región. Un corto tiempo más y escuché un ruido de corte y un trabajo rápido de tratamiento de conducto. Pero no había nadie cerca mío, todo lo hacía el odontólogo desde su silla. Luego entró caminando en el consultorio una asistente con una cajita en la que ya estaba lista la prótesis de mi muela, la corona, recién hecha a la perfección por una impresora 3D con resinas ultra resistentes. Por la posición que tenía mi cabeza, no me alcanzó a ver si la asistente era humana o no, pero en aquél momento ya no me iría hacer mucha diferencia. Sé que caminaba y hablaba como humana, pero eso ya no era garantía de nada. 

En pocos minutos, se terminó el tratamiento y el doctor me dijo el precio. Le contesté que pagaría en efectivo pero él no me entendió, me dijo que no sabía de que yo estaba hablando y me pidió que mirara a un pequeño aparato y simplemente dijera el precio que me había dicho. Entendí que los algoritmos, usando la seguridad de la tecnología blockchain, me habían identificado por mi ojo y procedido la transferencia de mi cuenta a la cuenta de él. 

No tuve que tocar nada en el ascensor y pronto ya estaba en la puerta del edificio. En no más de tres segundos, mi auto me pasó a buscar y tuve la enorme felicidad de ver que Diana ya estaba en el asiento de pasajero. Me subí al asiento de conductor, como de costumbre, le di un beso y me di cuenta que no había volante ni pedales. Todavía no salía de mi sorpresa cuando ella me preguntó del tratamiento y me confesó que mi asistente ya la había avisado y también confirmado el compromiso que teníamos juntos, que se tuvo que correr quince minutos por el imprevisto. No le pregunté cómo se había hecho para cambiar el horario de la cita porque ya podía imaginar la respuesta: ¡La asistente! 

El auto nos dejó en la puerta de un edificio de oficinas y me dijo que iba a buscar un lugar para estacionar y esperar. No, no me lo dijo Diana, sino el auto. La abracé y le dije: “Si todo esto es un sueño, mejor seguir soñando”.

Mas alto que el virus

¡Parece que pronto se termina la cuarentena! 

Las noticias desde Europa y Estados Unidos son “buenas” ahora que la pandemia viene aflojando en sus terribles números. Las comillas son porque los datos de contagios y muertos nunca son buenos, aunque sean reducidos. Aquí en la Argentina, las provincias ya están en vida casi normal mientras el area metropolitana de Buenos Aires sigue en el encierro pero un poco más flexible. ¡Al fin, parece que la pesadilla se termina!

¿Será que debemos ser tan optimistas? Esa es la pregunta que me hago a cada día cuando se publican los números. Justo cuando se empieza a flexibilizar la cuarentena, los números de contagios se disparan. ¿Coincidencia o consecuencia? 

Hay muchas versiones, dependiendo de quienes contestan la pregunta. 

Mas allá de que el presidente dijo el 9 de mayo que se había aplanado la curva y los números posteriores no lo corroboraron, hay gente que dice que hubo un error inicial en la estrategia, algo como un pecado original. Lo que dicen es que la cuarentena empezó demasiado temprano, cuando todavía no era necesaria, por el miedo que tenía el gobierno por saber que el sistema de salud no estaba preparado. Por eso, parece que no termina nunca. Es la cuarentena más larga del mundo y ya pasó de cuarentena a ochentena y va a ser centena antes que se termine. 

Bueno, no soy especialista en el tema por eso no sé si esa versión es correcta. Solo la menciono para que alguien la investigue y la confirme o no.

Lo que sí me parece irreversible es que la ochentena se termina. Si no es por ley será por hartazgo y necesidad económica. Miren lo que pasó el lunes en Buenos Aires con el running. En el primer día se juntaron miles de personas, seguro que muchas no se dedican a correr y por ahí nunca lo hicieron en la vida. Pero había una enorme demanda reprimida, la demanda de salir de casa. Seguro que hoy, tres días más tarde, todavía hay gente a quienes les duele los gemelos por la actividad del lunes, porque fue la primera vez que salieron a correr en la vida. 

De tanto leer sobre el Corona Virus en estos muchos días de encierro, me pongo contento porque, como diría Michael Porter, tengo una ventaja competitiva. Este virus es, entre todos los otros conocidos, un virus grande porque mide un máximo de 160 nanometros. ¡Exactamente! Medido en metros sería 0,00000016. Lo bueno de eso es que el virus, cuando lanzado al aire por un estornudo, tos o solo la voz de una persona contagiada, se precipita al suelo por gravedad. 

La ventaja competitiva es que soy alto, es decir, con zapatos y unas medias gruesas de invierno, estoy por arriba de los metro y noventa. Estoy por arriba de las bocas y narices de la mayoría de las personas. De hecho, a muchos les veo el pelo por arriba y veo partes del pelo que ni el propio dueño puede ver en el espejo. Tomo aire donde muy pocas personas pueden arrojar virus, donde el aire es más puro y menos contaminado.

¡Listo, entonces! De mi parte, ¡que se termine el encierro! 

En tiempo: por las dudas, me pongo barbijo. Ese gusanito chino es grande pero liviano, ¡que no sea cosa que una pequeña brisa lo haga visitar nuevas altitudes! 

Qué me llevo de la cuarentena

Algunos dicen que estamos presos en casa. Otros dicen que estamos a salvo en casa. Más allá de las diferencias de opiniones, la verdad es que hace más de un mes que estamos mucho tiempo en casa y que nuestras salidas, si es que las hay, son cortas y hacia los comercios de las cuadras cercanas a nuestras viviendas.

Me acuerdo que en el lejano mes de marzo pasado, llené el tanque del auto. ¡Nunca un tanque de nafta me duró tanto tiempo! El pobre Peugeot, guardado en el subsuelo, solo se expuso a la luz del sol dos veces en esos tantos días de aislamiento social. Fue cuando la necesidad de comprar productos más pesados como botellas de agua y de vino calzó de forma sincronizada con un mail de descuentos de mi supermercado favorito y cercano. 

El año 2020 ya tiene, seguramente, el record mundial de horas pasadas adentro de casa. No creo que haya pasado tanto tiempo adentro de casa como en este año. ¡Y todavía no llegamos a la mitad del año! ¡Y todavía no llegamos al final de la pandemia! Sí, claramente la segunda exclamación es más fuerte que la primera. ¡Y ni hablar del record de lavados de manos!

Pero, bueno. Todo ese tiempo en casa, toda esa nueva dinámica en la vida de uno tiene consecuencias. No me voy a enfocar en las malas como las ganas de patear las paredes o la puerta, ni que la heladera es una maleducada que no contesta cuando le hablo. Hablemos de lo que hemos aprendido, observado en nuestro comportamiento, confirmado por alguna razón. 

Una primera constatación es que la televisión abierta ya no es necesaria. Creo que la mayoría de las personas puede vivir sin ella. Puede ser que muchas personas, junto con el record de horas pasadas en casa, también rompieron el record de horas pasadas delante de la tele. No es mi caso, pero creo que es el de muchos. En la misma linea, creo que quedó absolutamente confirmado que una buena y veloz conexión doméstica a la internet es un genero de primera necesidad. Con ella se puede ver series y películas en el momento que uno quiera. ¡No se puede vivir sin eso! 

También en esa misma linea, muchos se dieron cuenta por primera vez y otros solo confirmaron sus conceptos de que el comercio on line es una tendencia irreversible. Muchas personas hicieron sus primeras compras de supermercados u otros rubros por la red y se encantaron con el resultado. De mi parte, tuve que comprar cartuchos para la impresora, acrílicos para mi hobby, un micrófono para mis grabaciones de cursos y algunas cosillas más. Conozco gente que se compró muchos libros en formato Kindle o similar, porque tenía tiempo de leerlos como también muchos se bajaron películas en YouTube además de las horas que pasaron mirando el contenido de Netflix. 

Hablemos del cuerpo. De forma muy disciplinada, vengo manteniendo la rutina de ejercitarme cada día por medio. Claro que ayuda que, antes de que el invisible gusano hubiera llegado de China, yo ya tenía en casa una colchoneta, una banda elástica y una banda de tela de gimnasia. También ya tenía la costumbre de ir al gimnasio dos veces por semana para clases de Pilates. Bueno, lo que me queda de la pandemia es que por ahí no necesito del gimnasio. Por ahí no necesito, después que se levante el aislamiento, de trasladarme al gimnasio y abonar una cuota para hacer lo que puedo hacer por mis propios medios. Pude comprobar que puedo mantener la disciplina y la dedicación de mantener a mi cuerpo con frecuencia y regularidad. 

Otra lección que nos deja la pandemia es el Zoom. O, dicho de forma más general, las reuniones no personales. Me di cuenta que es más fácil hablar con una persona de forma no presencial y con un límite de tiempo de 40 minutos que intentar agendar una visita. También me di cuenta que es más fácil y ágil mantener el contacto con tus amigos y parientes a través de una reunión regular no presencial que de otra forma. Muchas personas, y yo me incluyo, van a seguir con reuniones rápidas on line después que se levante el aislamiento social. 

En la misma linea del Zoom, es importante hablar también de la educación. Muchos estudiantes de los distintos niveles desde la escuela a las universidades probaron por primera vez las clases on line porque no se les estaba permitido trasladarse a los establecimientos de enseñanza. Y, en la mayoría de los casos, la experiencia fue muy positiva. Uno puede desarrollarse a su ritmo y con menos presión del grupo o del docente. La educación a distancia llegó para quedarse. Me arriesgo a decir que va a ser, en un futuro no lejano, una parte importante del proceso de aprendizaje, complementado por encuentros presenciales con docentes y colegas. Otra predicción a la que me arriesgo mencionar es que, como la educación a distancia permite y habilita el ritmo individual de aprendizaje, es posible que la estructura de años y series que tenemos hoy esté obsoleta en el futuro. Es decir, podemos ver en una misma comisión jóvenes estudiantes de once, trece y quince años, por ejemplo, porque algunos se desarrollaron más rápido que otros. 

Lo que se dice de la educación también se aplica a la capacitación empresaria. Las clases, sincronas o asíncronas, de cursos para empresas se van a pasar al mundo digital. Los instructores vamos a cobrar menos por cada curso porque no serán cursos presenciales y, por otro lado, vamos a poder dictar el mismo curso en más empresas ya que no se va a requerir la presencia. Es una buena solución principalmente para los tiempos de pos-pandemia cuando los presupuestos de capacitación van a estar muy reducidos.      

También está la cocina. Claro que debe haber mucha gente que no se aguanta más de ganas de ir a comer en un restaurant. ¡Extraño el olor de la parrilla que está a una cuadra de mi casa! Pero, también hay muchos que se dieron cuenta de que se puede hacer cosas ricas en casa. Hay muchas recetas con buenos videos ilustrativos en YouTube que ayudan a transformar una persona normal en un chef de Cordón Bleu. Siempre digo que cocinar es un acto de amor porque uno se entrega cuando está preparando una comida y tiene una enorme satisfacción cuando su producto logra sacar elogios de sus comensales. Ese placer, exactamente ese placer, muchos descubrieron durante la cuarentena. De mi parte, ya lo conocía antes del aislamiento pero les confeso que pude practicar y mejorar los conocimientos durante estos tiempos. 

Además, nos dimos cuenta que hay cosas que no se pueden reemplazar. Soy golfista de fin de semana y extraño caminar en cancha y jugar con los amigos. No que sea un gran jugador pero me gusta el deporte. Y no hay como reemplazar ese placer. En un momento de la cuarentena pensé en practicar mi swing pero no tardó mucho para darme cuenta que podría romper el techo del living o, peor aun, romper uno de mis palos. Así que la bolsa me espera cerca de la puerta rezando para que el aislamiento se levante pronto. 

Tampoco se puede reemplazar la peluquería. No es que el pelo me toca los hombros mientras escribo esta nota pero ya tiene un largo que es mucho más de lo que suele tener. No me animo a probar la maquinita de corte, aunque ya miré videos instructivos de cómo hacerlo. 

Por fin, de esta pandemia todavía no me llevo anticuerpos. Sí, me quedo con la duda de que si es bueno o malo que no tenga los anticuerpos. Por el aislamiento, no me expuse al virus, lo que parece bueno pero, como soy optimista, creo que hubiera derrotado el gusano rápidamente y estaría ya inmunizado para salir a calle y estaría listo para ir a jugar al golf.  

¿En qué piensan las personas cuando están en un resonador magnético?

Estaba el nervio ciático que le causaba ese dolor terrible e insoportable en la parte inferior de la espalda. Es un dolor insoportable, perturbador y paralizante. Sí, paralizante. Endurece tanto los músculos alrededor del nervio que la pobre persona no puede moverse libremente incluso cuando el cerebro quiere moverse. Es una protección que el cuerpo tiene para evitar el dolor repentino y devastador causado cuando los huesos pellizcan el nervio ciático.

La persona que sufre busca desesperadamente ayuda médica. En su sufrimiento, con su movilidad reducida, su rostro mostrando dolor en cada movimiento y sus ojos suplicando clemencia, la persona va a ver a un médico especialista y espera una solución rápida porque no siente que pueda seguir viviendo así. 

Sin embargo, el médico no va a resolver el problema de inmediato. El médico mostrará simpatía y comprensión al prescribir un analgésico fuerte, pero no irá más allá de eso sin más datos. Con mayor frecuencia, el médico solicitará un análisis de resonancia magnética del área afectada.

Y ahí va la pobre persona sufriendo al resonador. Para aquellos que van por primera vez, la máquina grande y torpe parece amenazadora. Además del dolor de espalda maldito y agustiante que le causa los peores momentos de su vida, le preguntan si sufre de claustrofobia, si es sensible a ruidos extraños y se le da un botón de pánico, por si acaso. Y todo eso con un vestido incómodo, poco elegante y esterilizado, sin nada debajo en una habitación tan fría que podría transformarse fácilmente en la jaula de un oso polar. Una enfermera ayudará al pobre paciente a acomodarse en la cama del escáner siempre con movimientos lentos y cuidadosos debido al dolor de espalda o, en caso de que el analgésico ya haya logrado el objetivo estratégico, debido al temor de tener el dolor de espalda de nuevo.

Cuando se encuentra en la posición exacta en la cama del escáner y se le han dado las instrucciones de no moverse, seguir las instrucciones para respirar cuando las escuche y aquí está el botón de pánico, la enfermera se va y el paciente se da cuenta de que está en la posición correcta. Ahora está solo en la sala ártica. Un solitario cruzado luchando contra esa gigantesca máquina que, de repente, comienza a hacer ruido de movimiento, pero él no la ve moverse. ¿Qué diablos está pasando? ¿Dónde están las partes móviles? Y, sorprendentemente, la cama comienza a moverse llevando su cuerpo dentro de un estrecho túnel. Un túnel que es un poco más ancho que un cuerpo humano. En este momento, se da cuenta de que no está mirando al techo ya que estaba unos segundos atrás, sino que mira a una pared clara y blanquecina del tubo y está atrapado dentro, enjaulado como un perro grande en un pequeño estuche de viaje pero, a diferencia del perro, no puede ver afuera y escucha el terrible ruido de las cosas que lo rodean, atacantes invisibles que estarán listos para golpearlo en cualquier momento. En este momento, solo hay dos maneras de seguir. La primera es la forma noble: puede relajarse, controlar sus pensamientos, pensar que lo que está haciendo allí es por una buena razón, que en realidad no hay riesgos y que el túnel es solo una pieza de tubería inofensiva. Puede cerrar los ojos y recordar buenos momentos, vivir sus sueños, dar alas a su imaginación y dejarla volar. Disfrutar de la imagen que él, y solo él, puede ver en su mente. Viajar a través de sus recuerdos pasados ​​y visualizar nuevos y maravillosos momentos que aún están por venir. Puede soñar de una manera que no escuchará el ruido y la claustrofobia en el túnel la ignorará por completo, ya que la pared cerca de su nariz no se verá aunque esté allí. El sueño placentero solo se verá interrumpido, casi al final del procedimiento, por las instrucciones para contener la respiración y volver a respirar normalmente. Sí, lo ha logrado y ha sobrevivido. Ambos han sobrevivido, él y la máquina monstruosa contra la que estaba listo para luchar.

La segunda forma es el botón de pánico.

Perdonar la corrupción

Desafortunadamente, la corrupción es una epidemia en Latinoamérica. Y no solamente la corrupción en la gestión de las cosas públicas sino también entre privados. En este segundo caso, abundan ejemplos de negocios difíciles de entender, actividades de negocios difíciles de explicar y hasta carreras profesionales imposibles de justificar. 

Pero, sin duda, los grandes números de la corrupción están en la gestión pública. Y en este particular, la sociedad argentina se está acercando mucho a perdonar a los que la robaron de forma escandalosa.  

Todos se enojaron cuando vieron las obras públicas super-facturadas y que nunca se terminaron, los bolsos con millones de Dólares que Lopez revoleaba en la puerta del falso convento, la repentina fortuna de Lázaro Baez que fue de cajero de banco a más grande empresario del país en segundos, los hoteles vacíos de Cristina que facturaban a turistas fantasmas para lavar dinero,   la compra de medios de comunicación por Cristobal Lopez con el dinero que debería entregar al estado, los seis millones de Dólares billetes que se encontraron en la caja de seguridad de Florencia Kirchner sin que ella jamás hubiera trabajado en la vida, los quinientos millones de Dólares de Santa Cruz que desaparecieron y muchos otros ejemplos de una extensa lista de robos millonarios, siempre teniendo como víctima al estado, que es la plata de todos. 

A pesar de todo el enojo por los asaltos, los argentinos están en vías de elegir de nuevo a Cristina Kirchner para que sea la que controla el estado. Con humor, circuló por WhatsApp la frase que compara su victoria en la elección con “volver a contratar un empleado que despediste porque te robó”. Pero su triunfo estará lejos de resultar gracioso para el país. Darle votos a Cristina es darle los medios para que frene y elimine las causas por corrupción en su contra, o sea, es conferirle el perdón por el robo. ¿Alguien duda que Cristina no va a apretar la justicia para cerrar todas las causas en su contra? ¿Cuánto tiempo va a tardar para que todos los jueces pasen a ser nuevos Oyarbides? 

Y ni hablar de que el candidato es Alberto porque él no es el líder del brazo político que lo apoya por el momento y, por lo tanto, tiene que bajar la cabeza cuando manda la jefa. En sus entrevistas a periodistas, queda claro que él no tiene idea de cuales medidas tomar en el gobierno, limitándose a decir que hay que incentivar el consumo pero sin decir cómo. Lo que sí Alberto deja claro es que hay que rever las causas contra Cristina y libertar sus colaboradores presos por corrupción. 

¿Qué pasa cuando una sociedad perdona la corrupción? ¿Cuál mensaje se estará dando a todos los políticos y empleados públicos de todos los niveles? Una Cristina perdonada por los votantes, ¿va a robar menos o más? Y, si vuelve a robar, ¿podrán los votantes mostrarse sorprendidos? Ellos ni siquiera van a tener el derecho de enojarse ni mucho menos de decir que no sabían que robaba. Otros políticos como gobernadores o intendentes, ¿van a combatir la corrupción en sus distritos? ¿Cómo lo harían si, en definitiva, la corrupción se perdona? Una persona que vivió la traumática experiencia de ser víctima de un asalto, ¿va a votar a quien asaltó a todos? Y, si la vota, ¿va poder clamar por justicia para que arresten al ladrón que la asaltó? 

No importa la ideología, la corrupción tiene que ser intolerable. 

“We can grow hair”

Los líderes empresariales deben dedicar una gran parte de su tiempo al pensamiento estratégico. La estrategia de una empresa es un conjunto integral de varias capas diferentes que, en cada una, debe pensarse y emprenderse una dirección estratégica.

Muchos de mis antiguos alumnos en la universidad y varios participantes en mis programas de capacitación han trabajado en el caso llamado “We can grow hair”, inspirado en la situación de la excelente película protagonizada por la “pretty woman” Julia Roberts y por Clive Owen llamada Duplicity.

En esa película, los personajes de Julia y Clive, dos ex agentes de inteligencia, trabajan en un complot para vender secretos corporativos falsos entre dos compañías de bienes de consumo gigantes, cuyos CEO se odian entre sí y están dispuestos a demostrar públicamente su odio cada vez que tienen la oportunidad de hacerlo. Su plan llega a su punto más alto cuando Dick Garsik, CEO de uno de los gigantes de bienes de consumo, interpretado magistralmente por el excelente actor Paul Giamatti, anuncia en una reunión de accionistas que su compañía acaba de descubrir una fórmula para hacer que el cabello vuelva a crecer en la piel calva. Y Giamatti usa la oración en el título de este post para hacer su anuncio asombroso, pero falso.

Inspirado por la película, escribí el caso en el que los estudiantes se enfrentan a una situación que requiere decisiones estratégicas en cada capa diferente y se supone que deben pensar desde el nivel más alto, más general hacia abajo, hasta los niveles más tácticos. Es como un líder empresarial debería hacer. Y, sin embargo, muchos estudiantes y líderes de negocios, parten de las decisiones tácticas y nunca llegan a ver el panorama más amplio, ver el bosque y no solo los árboles, porque se atascan en el nivel táctico. Los empresarios también tienden a hacer lo mismo, principalmente aquellos en empresas pequeñas o medianas que carecen de recursos, porque piensan en lo que pueden hacer en lugar de lo que deberían lograr.

En el caso del ejercicio, los estudiantes tienen que tomar decisiones estratégicas de una compañía ficticia que ha descubierto la fórmula milagrosa que hace que el cabello crezca en la piel calva y ya ha desarrollado un champú fácil de usar con la formula. Se espera que la demanda del nuevo producto sea abrumadora porque funciona muy bien para los hombres que son pelados y también para aquellos que están en camino de perder su pelo a lo largo del tiempo. En otras palabras, la compañía ficticia tiene un producto que valora más que el oro y los clientes están dispuestos a exigirlo, incluso si tienen que arrastrarse de rodillas a las farmacias.

Los estudiantes tienen que actuar como los directores de bienes de consumo de una Cosmodemonic Corporation, como el gran escritor Henry Miller (https://www.biography.com/people/henry-miller-9408455) seguramente la habría llamado, y enfrentarse primero al decisiones estratégicas de alto nivel. La compañía que tiene el producto de oro en la mano puede optar por obtener el mayor beneficio, aumentar los precios y exprimir los márgenes del distribuidor, o puede utilizar parte de los márgenes para aumentar la lealtad de su red de distribución, o incluso utilizar la grande demanda de los hombres calvos, mientras dura, agrupando los otros productos de su línea para aumentar sus ventas generales.

Una decisión sobre el nivel de precios es la segunda después de las opciones de nivel más alto que acabamos de mencionar. Y, sin embargo, muchos estudiantes comienzan a tomar decisiones estratégicas de nivel inferior con otros detalles proporcionados en el caso, los árboles, y nunca llegan al nivel más alto, el bosque.

5 Claves para Escribir Mejor

A diario nos cuesta mucho entender algunos mensajes que recibimos. Una razón es que muchas personas escriben sus mensajes sin mucho cuidado con lo que están escribiendo. Algunos tienen mucha ansiedad por contestar rápido o por ser el primer a comentar un mensaje compartido en un grupo y, por esa ansiedad, terminan enviando mensajes que son difíciles de entender. Otra razón también es que hay personas que realmente tienen dificultad para escribir aunque sea una frase corta. 

Hay algunas acciones claves que pueden ayudar a mejorar mucho la calidad de los mensajes que uno escribe, sea para informar o sea solo para compartir algún comentario con el grupo de WhatsApp. Aquí están cinco de esas acciones claves: 

  1. No escribir frases muy largas. Si lo que uno quiere escribir es complejo o si se necesita explicar el contexto, lo mejor es dividir lo que se quiere decir en frases más cortas. Las frases más cortas son mas sencillas de escribir y mas fáciles de entender. 
  2. Mientras uno está escribiendo un mensaje debe tener atención a qué es lo que el corrector automático está haciendo. Muchas veces nos damos cuenta después de enviar que hay palabras cambiadas en nuestro mensaje. Si uno se equivoca y presiona la tecla de al lado, por ejemplo, muchas veces el corrector interpreta que se está escribiendo otra palabra y la cambia sin que uno se de cuenta. 
  3. Cuidado con la acentuación. Principalmente cuando se usan los verbos en el pasado. Un ejemplo es “yo busco” y “él buscó”. En el ejemplo, las dos declinaciones del verbo buscar tienen las mismas letras pero son diferentes en la acentuación y tienen significados distintos. Una declinación indica una acción en el presente y la otra en el pasado. Y los correctores no identifican este tipo de error porque están preparados para corregir solo errores de ortografía. 
  4. Usar las comas y los puntos. Esos indicadores de pausa ayudan muchísimo a organizar las ideas y, por lo tanto, las frases. Nadie habla sin puntos ni comas porque no sería entendido. Además una coma ausente o puesta en el lugar equivocado, cambia totalmente el significado de una frase. Es fácil encontrar en la internet una frase de Cortázar que nos muestra justamente eso. Aquí está el link: https://casahispanasfca.wordpress.com/2013/03/12/la-importancia-de-la-coma-por-julio-cortazar/ 
  5. Leer antes de enviar. Y lo mejor sería leer pensando en cómo o si las otras personas van a entender lo está escrito. Leer ayuda a identificar errores obvios y también a mejorar la organización de lo que uno quiere comunicar. 

Quien soy

Mi nombre es Fernando Mascarenhas. Me dedico a la capacitación de las personas para que puedan desarrollar mejor sus tareas y estrategias, crecer en sus carreras y vivir mejor. Tengo mucha pasión por el trabajo que realizo y busco siempre hacerlo de manera que cada clase sea una contribución para la vida de cada uno que me está escuchando. 

Llevo más de diez años en esta actividad, en universidades, centros de entrenamiento y consultoras. Mis temas son los del mundo de los negocios y empresas ya que tengo amplia y variada experiencia profesional al inicio en sistemas y luego como ejecutivo en comércio, servicios financieros, automotores, leasing y como interim manager en máquinas de construcción, consultoria, distribución y recursos humanos. 

Me respaldan mi educación formal, los muchos cursos de capacitación de los cuales fui participante y, principalmente, las muchísimas horas de estudio, lectura y escrita que he dedicado a mismo. 

En la parte formal, me recibí de ingeniero electrónico en la famosa Escola Politécnica de la universidad de Sao Paulo. Allí aprendi a pensar como ingeniero, lo que significa dominar el arte de definir, especificar y resolver problemas. En la University of Michigan obtuve mi MBA luego de un fantástico programa que entrena la visión estratégica y sus aplicaciones a los problemas diarios que hay que resolver cuando uno se hace cargo de la gestión.

La capacitación, y también la educación formal, me dieron la profundización en algunos temas importantes y en las habilidades blandas, las soft skills, que son muy necesarias cuando uno maneja grupos de personas y tiene que comunicar, liderar y ejercer influencia.